La civilización azteca era politeísta, lo que quiere decir que creía en una gran cantidad de dioses, muchos de ellos manifestaciones de fenómenos naturales, experiencias humanas y mucho más. Sin embargo, en este panteón cuantioso, resalta uno por encima de los demás. A continuación presentamos todo sobre el Dios Tonatiuh: características, leyendas, cultos y mucho más.
Quién era Tonatiuh
Tonatiuh en la mitología mexica es el dios del Sol y era considerado por el pueblo como el líder del cielo. También era conocido como el Quinto Sol. Esto último demuestra una cosmogonía muy interesante: los soles no solo eran divinidades que podían desaparecer y ser sustituidas, sino que Tonatiuh era el Dios del Sol en la era cosmogónica en la que habitaba este pueblo fascinante. El Cuarto Sol, según los mexicas, había sido expulsado del cielo.
Tonatiuh, en la figuración característica de Mesoamérica, aparece con una piel roja. Llevaba, además, una corona de plumas de águila para volar por el cielo cada día y además portaba un disco de oro (sin dejar de lado la gran cantidad de ornamentos). Hay que decir que no era una deidad totalmente benevolente: en una relación bastante particular, hablamos de una divinidad difícil de complacer, que necesitaba de sacrificios humanos para emerger cada día.
Lo repetimos: el dios Tonatiuh reclamaba sacrificios, lo cual la lógica imperial azteca con su maquinaria de guerra los facilitaba. El sacrificio era un tributo rendido a la deidad, pero si no se producían o se rehusaba el pueblo, el dios se movería y se ocultaría. Cada día, según algunas fuentes, exigía dos sacrificios humanos, el corazón de dos personas, para alimentarse luego de sus batallas nocturnas.
Leyenda de Tonatiuh
Los aztecas fueron una civilización fascinada por el sol y sus calendarios lo demuestran (aunque tal vez no tan refinados como los mayas). Y esa fascinación, ese temor ante su potencial ausencia y su importancia, de algún modo se observa en la leyenda o mito de origen de Tonatiuh.
Luego del cuarto sol se buscó un reemplazante. Y encontraron a dos divinidades: Tecuciztécatl, cobarde pero orgulloso de sí mismo; y Nanahuatzin, noble y muy pobre. Cuando se sentaron alrededor de la pira se anunció que los dioses debían sacrificarse para convertirse en el nuevo sol. El primero se metió en la pira, pero por el dolor se retiró (quedó manchado, tal vez el origen de las manchas del jaguar). Sin embargo, Nanahuatzin se metió, surgió como chispa en el cielo y se transformó en el nuevo sol.
Sin embargo, la historia no termina ahí: Tecuciztécatl, luego de ver al dios pobre lo que hacía, se llenó de envidia y se introdujo en la pira. Surgieron dos soles, el segundo mucho más poderoso. Sin embargo, otras divinidades, que miraban el proceso se entrometieron y mataron al segundo astro, mientras Nanahuatzin se mantenía apartado. El segundo sol feneció porque una de las divinidades le lanzó un conejo y lo atravesó: al morirse se transformó en la luna y según el relato los cráteres eran la huella del animal lanzado. Nanahuatzin, luego de tales sucesos, se comenzó a llamar Tonatiuh.
Culto a Tonatiuh
Para comprender a Tonatiuh hay que entender un rasgo esencial de la cosmogonía mexica: el universo moría y era rehecho, y en ese volver a ser las divinidades nuevamente escogían a una figura que cumpliera el rol de Dios del Sol (otro par divino). Y más allá que en algunos sitios podían aparecer con otro nombre, Tonatiuh era una de las divinidades más importantes del mundo azteca. Tal vez con el tiempo, para algunos estudiosos, la figura de Tonatiuh encontró variaciones e incluso similitudes fisonómicas con los mismos conquistadores. De todos modos hablamos de una divinidad que preexistió por mucho a la conquista.
Cada ciudad y estado tenía una conexión especial con la llegada de la luz, si hablamos del culto que se le rendía. El culto de Tonatiuh, sin embargo, se centraba en Teotihuacán y de hecho su gente creía que la ascensión se había producido ahí. Recordemos que dicha civilización resulta un misterio desde múltiples puntos de vista incluso en la actualidad.
Sin embargo, Teotihuacán era una ciudad que alcanzó su punto culminante mucho antes de la llegada de los españoles (sus ruinas causaron sorpresa a los aztecas), pero eso no impidió que el culto al sol se extendiera, muchos años después, a la capital Tenochtitlán (centro azteca a solo 40 millas de distancia). Además, debemos añadir que la creencias en la divinidad solar se prolongaron por lo menos hasta Guatemala.