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Tezcatlipoca

Tezcatlipoca fue el dios azteca de la noche y todas las cosas materiales. Llevaba consigo un espejo de cualidades mágicas, que emanaba humo y era capaz de matar al enemigo, aspecto por el que también era llamado dios del espejo humeante.

En este post te acercamos información e imágenes sobre el Dios mitológico Tezcatlipoca para que puedas compartir con quien quieras.

Quien es Tezcatlipoca

Tezcatlipoca es un dios creador y destructor, contraparte de Quetzalcóatl y algunos hasta creen que fue más importante que aquel. Esta máscara hecha en turquesa es una de las pocas piezas de arte que retratan a esta deidad. Data del siglo XV y actualmente se exhibe en el Museo Británico, ciudad de Londres, formando parte del gran acervo cultural del México prehispánico que, se encuentra fuera del país.

Se trata de un dios prácticamente invencible e inevitable que rige el mundo y su equilibrio, y que se caracteriza por su carácter complejo y conflictivo, reflejado a través de sus nombres diferentes según los diversos pueblos nahuas y sus advocaciones:

Tloque Nahuaque: el poseedor de lo que nos rodea
Titlacahuan: aquel del que somos esclavos
Tlazopilli: príncipe precioso
Teyocoyani: creador de la humanidad
Yáotl: enemigo
Ichoacán Tzintli: misericordioso
Ipalnemoani: por quien todos viven
Ilhuicahua Tlaticpaque: poseedor del cielo y de la tierra
Molnenequi: árbitro
Moyocoani: el creador de sí mismo

De hecho, hay cuatro Tezcatlipocas principales, identificados por sus colores y asimilados a otras deidades.

1) el Tezcatlipoca negro, el verdadero Tezcatlipoca

2) el Tezcatlipoca rojo o Xipe Tótec

3) el Tezcatlipoca azul o Huitzilopochtli

4) el Tezcatlipoca blanco o Quetzalcóatl. Estas divinidades se encuentran en diversos mitos, y nos ayudan a entender mejor la cosmogonía mexica. A continuación, algunos fragmentos de dichos mitos:

En la historia de los Cuatro Soles o mundos, Tezcatlipoca regía el primero, Océlotl o Tigre, cuando vivían los gigantes. Pero unos jaguares devoraban a los gigantes y así terminó este sol. Quetzalcóatl presidía el siguiente sol, Ehécatl, que fue destruido por vientos huracanados. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, entonces, tenían aspectos de creadores y colaboradores desde los Cuatro Soles. Aunque no siempre eran amigos, en algunas ocasiones, sin embargo, trabajaban juntos.

Tezcatlipoca y Quetzalcóatl también colaboraban en la reconstrucción de la tierra después del cataclismo que acabó con el Cuarto Sol. Según la Historia de los Mexicanos por sus pinturas, los dos dioses se transformaban en árboles para ayudar a levantar el cielo que se había caído. Como premio, el padre Tonacatecuhtli les hizo Señores del Cielo y de las Estrellas.

En otro mito, que se encuentra en la Histoire du Mechique, estos dos dioses miraban a Tlaltecuhtli, Señor de la Tierra, desde un lugar alto. Tlaltecuhtli era una especie de cocodrilo-monstruo que nadaba en un mar de aguas prístinas. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl se transformaron en serpientes y entre los dos asieron al monstruo y lo rompieron en dos partes. Una parte la subieron al cielo y la otra mitad quedó abajo. Los otros dioses entonces hicieron la tierra de lo que quedó de Tlaltecuhtli: árboles, flores y hierbas de sus cabellos; de su piel la hierba muy menuda y florecillas; de los ojos, pozos y fuentes y pequeñas cuevas; de la boca, ríos y cavernas grandes; de la nariz, valles y montañas.

Sin embargo, su mito más conocido es en el que participa del fin del Quetzalcóatl en Tula, cuando Tezcatlipoca se disfraza como un anciano y le da de beber pulque para emborracharlo.

Texcoco, la figura de Tezcatlipoca fue la más reverenciada, seguida de la de Huitzilopochtli y la de Tláloc. Según los texcocanos, a ellos los guió precisamente Tezcatlipoca, a diferencia de los mexica que fueron guiados por Huitzilopochtli, según la leyenda de la fundación de su capital.

Como puedes ver, esta deidad representa aspectos de la dualidad negativo-positivo, siendo un dios ambivalente que representa a la perfección y el equilibrio, dando y quitando a las personas según sus designios, lo que -al menos a mi criterio- lo convierte en el auténtico Señor del cielo y de la tierra.