Huitzilopochtli era del dios solar y de la guerra de los aztecas. Si bien otras civilizaciones mesoamericanas no lo reconocían, para el pueblo mencionado era la divinidad principal. A continuación presentamos todo sobre Huitzilopochtli: quién era, leyenda y culto.
Quién era Huitzilopochtli
Huitzilopochtli fue la principal deidad de los mexicas y estaba asociada al sol. Su nombre, en nahual, quiere decir «colibrí azul a la izquierda» y también se lo vinculaba a la guerra. Era representado como un hombre azul completamente armado, con plumas de colibrí en su cabeza. Mucho de lo dicho se explica de la manera siguiente: que el sur se hallaba a la izquierda del mundo según la visión azteca y que los guerreros muertos regresaban a la vida en forma de colibríes.
Por lo tanto, Huitzilopochtli era un guerrero del sur que volvió entre los muertos (y algunos pueden encontrar alguna reminiscencia con Jesucristo). Otro dato interesante de semejante deidad, la principal a la hora de la llegada de los españoles, es que fue quien dio las órdenes de dónde construir a los aztecas. Es decir, Huitzilopochtli ordena la fundación de México-Tenochtitlán, en un lugar donde se encontrara un águila portando el Atl-tlachinolli (difrasismo de aguas versus fuego), la cual tendría que estar reposando sobre un nopal. Esa secuencia se observa en el escudo actual mexicano.
A pesar de ser el dios más importante para la vida de los mexicas no se han encontrado representaciones de Huitzilopochtli, excepto algunos códices ¿El motivo? La deidad era exclusivamente mexica, por lo tanto muchas otras civilizaciones aliadas con los españoles no la veneraban. Tampoco se debe dejar de lado que los conquistadores erradicaban toda manifestación piadosa autóctona por considerarla demoníaca.
Leyenda de Huitzilopochtli
Muchas historias se cuentan alrededor de Huitzilopochtli, pero quizás la más importante es la de su nacimiento. El dios de la guerra nació de la diosa Coatlicue, la Madre tierra y representación de la fertilidad. De hecho, ella quedó embarazada por medio de una bola de plumas o algodón azulino que cayó del cielo mientras barría los templos de la sierra de Tollan.
Sus 400 hermanos (los denominados Centzonhuitznahua, dioses de las estrellas meridionales y del sur) al notar el embarazo de su madre y a instancias de su hermana, otra deidad, Coyolxauhqui (representación de la Luna), decidieron ejecutar al hijo al nacer para ocultar la supuesta deshonra. No era un hijo natural de su padre (para algunos otra figura solar, el famoso Tonatiuh)
Sin embargo, Huitzilopochtli nació y tomó la mítica arma «serpiente de fuego» entre sus manos. Mató fácilmente a Coyolxauhqui y los Centzonhuitznahua (la primera quedó desmembrada al caer por las laderas de la mitológica montaña llamada Coatépec). La deidad solar, recién nacida, tomó la cabeza de su hermana y la arrojó al cielo, convirtiéndose en la regidora de la Luna.
Culto a Huitzilopochtli
A la llegada de los españoles a Tenochtitlán, Huitzilopochtli era la deidad más adorada del altiplano central por imposición de los mexicas. Este dios era eminentemente guerrero (una actividad esencial en el imperio azteca) y representaba un proceso de creación de una divinidad que estaba a la altura de sus más elevados pares mesoamericanos: Tláloc, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca (que lo relacionan a veces como un hermano de Huitzilopochtli).
Su templo principal se encontraba en Huitzilopochco y sobre el templo, cada determinada cantidad de años (52 años), se añadía una nueva construcción. La fiesta en honor a Huitzilopochtli se celebraba una vez al año y su nombre era Panquetzaliztli (los dos cultos más importante era el de la deidad desarrollada aquí y el de Tláloc).
Pero volviendo al culto de Huitzilopochtli, en el mismo intervenían sacrificios humanos. Una lógica muy similar a la de otras deidades que se le rendían sacrificios se observa: la actividad daba vigor a las deidades, sea a Tonatiuh para salir nuevamente o a Huitzilopochtli para subsistir en una batalla diaria (con la misma idea que Tonatiuh, porque en definitiva era otra deidad solar, además de guerrera).
Facilitada por la maquinaria de guerra, los sacrificios fueron realidad aunque tal vez no tan asiduos como los mismos conquistadores argumentaban. Era parte de una visión profunda de la cosmovisión azteca: el universo estaba sostenido por deidades que perdían vigor y esa entropía cosmogónica solo podía ser evitada con el sacrificio, una intervención humana.