El mito de Apolo habla acerca del dios más venerado en la antigüedad griega, después de Zeus. Tan importante fue que su culto sobrevivió de forma encubierta hasta la Edad Media. De hecho, hoy en día se sabe que tiene seguidores que aún lo invocan.
La importancia del mito de Apolo deriva de los grandes poderes que se le adjudicaban a esta deidad. Se le consideraba el dios de las artes, de la profecía, portador de la luz de la verdad, regente de las plagas, las epidemias y la muerte súbita, pero también de la sanación y la protección contra fuerzas malignas.
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Quien era el Dios Apolo
En la mitología griega y romana Apolo es uno de los más importantes y multifacéticos dioses olímpicos.
Apolo ha sido reconocido variadamente como dios de la luz y el sol, la verdad y la profecía, el tiro con arco, la medicina y la curación, la música, la poesía y las artes, etc. Apolo es hijo de Zeus y Leto y hermano mellizo de la cazadora virgen Artemisa. Apolo era adorado en la antigua religión griega y en la romana, así como en el neohelenismo moderno.
Apolo es un protagonista significativo en el relato de Homero sobre la guerra de Troya, la Ilíada. Estando del lado de los troyanos, presta especial asistencia a los héroes troyanos Héctor, Eneas y Glauco, salvándoles la vida en más de una ocasión con su intervención divina.
Llevó la peste a los aqueos, dirigió a todo el ejército troyano en un ataque que destruyó las murallas defensivas de los campamentos griegos, y también fue responsable de guiar la flecha de París hasta el talón de Aquiles, matando héroe griego, quien era aparentemente invencible.
Apolo es descrito con frecuencia por Homero y Hesíodo como el «tirador lejano», el «trabajador lejano», el «agitador de ejércitos» y «Febo Apolo».
Apolo generalmente tuvo un papel de hijo obediente de Zeus, padre de los dioses, y nunca intentó usurpar su posición.
Sin embargo, los dos tuvieron una seria pelea cuando Zeus mató a Asclepio después de que este usara sus maravillosas habilidades medicinales para devolver a la vida a un mortal. En venganza, Apolo luego mató a los cíclopes, los gigantes de un solo ojo que hacían los rayos de Zeus. Como castigo, Apolo se vio obligado a pasar un año al humilde servicio de Admeto de Feras, cuidando las ovejas del rey.
Apolo obtuvo la lira de su travieso medio hermano Hermes, el dios mensajero. Cuando aún era un bebé, Hermes robó el sagrado rebaño del ganado de Apolo, invirtiendo hábilmente los cascos de sus patas para dificultar el seguimiento de sus huellas. A Hermes se le permitió quedarse con sus ganancias mal habidas, pero solo después de que le dio a Apolo su lira, la cual había inventado usando un caparazón de tortuga.
El lado más oscuro de Apolo como portador de la plaga y la venganza divina se hizo famoso cuando él, junto con su hermana Artemisa, de forma despiadada asesinó a los seis hijos de Niobe como castigo por jactarse de que su capacidad de procrear era mayor que la de Leto.
Otra desafortunada víctima de la ira de Apolo fue el sátiro Marsias, quien imprudentemente afirmó que era musicalmente más talentoso que el dios. Los dos tuvieron una competencia y las Musas dictaminaron que Apolo ciertamente era el mejor músico.
Luego, Apolo hizo desollar vivo al mortal por su arrogancia y clavó su piel a un árbol de pino.
El relato es una metáfora interesante de la competencia entre la música civilizada y ordenada de la lira de Apolo y la música más salvaje y caótica de la flauta de Marsias.
Apolo ganó otro concurso musical, esta vez contra el dios pastor Pan, y juzgado como vencedor por el rey Midas, Apolo se convirtió así en el maestro indiscutible de la música en el mundo griego. La derrota de Marsias y Pan por parte del dios puede reflejar la conquista griega de Frigia y Arcadia, respectivamente.
Historia del Dios Apolo
Apolo fue un importante dios griego asociado con el arco, la música y la adivinación. Fue posiblemente, el más amado de todos los dioses. Se le adoraba en Delfos y Delos, lugares que albergaban algunos de los santuarios religiosos más famosos de Grecia.
Hijo de Zeus y Leto. Su madre, temerosa de la venganza de la esposa de Zeus, Hera, había elegido la estéril isla de Delos como el refugio más seguro que podía encontrar.
Se dice que al probar por primera vez la ambrosía, se transformó inmediatamente de bebé a hombre. A Apolo se le dio entonces su arco, hecho por el maestro artesano del monte Olimpo, Hefesto.
Apolo tuvo muchos hijos; quizás los más famosos sean Orfeo, Asclepio y, según el trágico del siglo V a. C. Eurípides, el héroe Ion.
También era visto como un dios que podía traer la enfermedad y la plaga mortal, además de tener el poder de curarla. Entre sus cargos custodios Apolo tenía dominio sobre los colonos y era el patrón defensor de rebaños y manadas. Como jefe de las Musas y director de su coro actuaba como dios patrón de la música y la poesía.
Hermes creó la lira para él, y el instrumento se convirtió en un atributo común de Apolo. Los himnos cantados en su honor recibían el nombre de peanos.
Templo del Dios Apolo
Existía un templo del dios Apolo ya en el siglo VIII a.C., y desde entonces se estableció una red de peregrinaje que unía toda Grecia con ese lugar.
Aunque al santuario acudía multitud de peregrinos en busca de alguna orientación sobre decisiones que debían tomar, la función esencial del oráculo no era predecir el futuro, sino proveer de sanción divina a las decisiones políticas de las ciudades: ratificaba leyes e incluso constituciones, aprobaba la fundación de nuevas ciudades y de colonias, aconsejaba empresas bélicas o las censuraba.
Aunque Delfos no intervenía directamente en la política de las ciudades, sus oráculos podían ser usados como arma política en caso necesario.
Lo habitual era que las ciudades o polis enviasen delegaciones sagradas que debían transmitir al oráculo preguntas sobre los asuntos públicos. Junto a los comisionados oficiales viajaban consultantes privados, cuyas preguntas debían de diferir, lógicamente, de las que formulaba la ciudad: seguramente se referían a la conveniencia de un matrimonio, a los hijos, a los riesgos de negocios y viajes.
Cuando los peregrinos llegaban al pie del monte Parnaso, donde estaban la ciudad de Delfos y el recinto de Apolo, los recibía el próxenos, el embajador que cada polis tenía en el santuario y que atendía por igual a embajadores y a ciudadanos particulares.
Hay que suponer que los días en que el recinto estaba abierto a consultas debía de concentrarse allí mucha gente, y que las colas para entrar eran constantes. Pero no todos tenían que esperar: ciudades como Atenas o Esparta disfrutaban del privilegio de la promanteia, la prioridad de consulta, de la que se beneficiaban tanto sus emisarios como los ciudadanos privados que los acompañaban.
Hubo una época que se le llamó “Templo de los Alcmeónidas”, como un tributo a la familia que aportó los recursos para su reconstrucción tras el devastador incendio que lo destruyó en el siglo VI a. C.
El templo y el oráculo existieron hasta el año 390, cuando el emperador cristiano, Teodosio I, ordenó su destrucción junto a gran parte de las estatuas y obras de arte, en nombre de la Cristiandad, con el fin de borrar todo rastro del paganismo.