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Dios Mitra

La mitología siempre nos remite a dioses en tanto creaciones culturales de ciertas regiones del mundo. Pero estas últimas no se deben pensar como compartimientos estancos, de ahí que algunas divinidades, sin cambiar siquiera el nombre, puedan tener su culto en diferentes civilizaciones. Ese es el caso del dios Mitra. A continuación, en sintonía, presentamos todo sobre el dios Mitra: quién era, representación, culto y más.

Quién era Mitra

Mitra era el dios persa del sol naciente, pero también estaba vinculado a los contratos, la amistad y las alianzas. Era una deidad sumamente poderosa que supervisaba el paso ordenado de las estaciones, mantenía el orden cósmico y era el responsable de otorgar la gracia a los reyes. Esto último legitimaba gobiernos, pero también era un protector de sus creyentes.

Sin embargo, Mitra era una deidad demasiado amplia: de algún modo aseguraba el orden cósmico del todo, pero también los guerreros se encomendaban al dios antes de la batalla. Por eso último también se lo conocía como una divinidad guerrera.

Mitra era fruto de un politeísmo temprano persa, es decir, en el mundo iranio antiguo se creía en muchos dioses. El estudiado aquí era sumamente popular y eso se demuestra con el zoroastrismo, monoteísmo tardío, que no pudo borrar sus huellas.

Está vinculado con el dios védico Mitra y también con un culto mistérico que se desarrolló en Roma, floreciendo en pleno imperio, entre el 100 al 400 d.C. Respecto al último caso, especialistas recalcan que son dos deidades distintas, aunque la romana deriva claramente de la persa.

Representación de Mitra

Mitra es representado universalmente como hombre joven, una divinidad que cabalga en un carro brillante arrastrado por caballos blancos y trae el sol naciente. Está armado con una lanza de plata, un arco y flechas de oro, dagas, hachas y la maza que simboliza su papel como guardián del orden cósmico y además legitimador de la monarquía.

Mitra es sapientísimo, siempre vigilante y no se lo puede engañar. Conoce los corazones y las verdaderas intenciones de la gente, manteniendo a raya las fuerzas de la oscuridad. Era considerado como la fuerza más poderosa frente al Señor de los Demonios, Angra Mainyu, quien temía a su maza más que cualquier otra arma divina.

Culto a Mitra

 

El origen al culto de Mitra se remonta, de acuerdo a los especialistas, a algún momento anterior al tercer milenio antes de Cristo. Grupos que en la actualidad se conocen como indoiranios o indoarios comenzaron a asentarse en las regiones de Irán y el norte de la India, respectivamente. Esto explica las similitudes entre el Mitra persa y su homónimo védico.

Durante la enorme cantidad de años de este culto (hablamos de siglos) todo se desarrolló en la oralidad, de ahí que muchos rasgos se escapen en la actualidad. Sin embargo, sabemos que el imperio Aqueménida le rindió culto y esto perduró por lo menos hasta los Sasánidas: con la llegada de los musulmanes a la región comenzó el declive absoluto.  

Es natural que no se hallen templos en honor a Mitra, ya que las personas de estas zonas pensaban que eran divinidades demasiado poderosas para ser conferidas a un espacio material específico.

Mitra en el Imperio Romano

 

El Imperio Romano se caracterizó por la recepción amena de diferentes cultos, siempre y cuando no hubiera grandes interferencias con aquel centrado en el Estado. La historia nos relata que los soldados de Pompeyo, oriundos de Cilicia o momentáneamente asentados ahí en las campañas, habrían tomado la esencia del culto y divulgado el mismo entre las legiones. Es una teoría que deja muchos interrogantes, porque no hay precisiones de cómo se dio.

Y había diferencias con el Mitra persa: era una deidad solar, de los contratos, el orden y la amistad; pero tenía un claro rasgo mistérico, de ahí que sus iniciados no difundieran información al respecto. Se lo representaba en Roma como un joven que sacrifica un toro celestial, en un acto que se interpretaba como símbolo de muerte y resurrección.

Había también otras representaciones: naciendo de una roca, aguantando una antorcha mientras emerge como portador de la luz; y  disparando hacia la nube de la cual surge agua relacionado con la fertilidad y la vida. El culto era en secreto, se realizaba en cuevas o tempos subterráneos y las mujeres no podían participar. 

Adivinación, iluminación de la vida y resurrección, esos eran los rasgos del culto romano. El adepto escalaba niveles, compartiendo su vida con sus pares y llegando, si superaba las pruebas, a la figura del Padre, una suerte de sacerdote sabio.