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Dios Marte

El ser humano posiblemente en la mayoría de su historia, que hunde sus raíces en el remoto pasado, no hay creído en un solo dios, sino en la existencia de una multitud de ellos. Representantes de fenómenos naturales y humanos, las divinidades eran muchas. En ese politeísmo tan variado el pueblo romano no se privó de nada. Por tal motivo, presentamos todo sobre el dios marte: quién era, historias y culto.

Quién era el dios Marte

En la mitología romana Marte era un dios de muchos atributos: era el dios de la guerra principalmente, pero también de la virilidad masculina, la violencia, la pasión, la sexualidad, la valentía, patrón de los guerreros romanos, de la perfección y también de la belleza. Era hijo de Júpiter y de Juno, siendo su equivalente griego el dios Ares.

Se lo suele representar como un guerrero con armadura y con un yelmo encrestado, una divinidad preeminente entre aquellas vinculadas al mundo castrense, tan importante al pueblo romano. Sus símbolos eran el lobo y el pájaro carpintero, su mujer era Bellona y amante de Venus, con quien tuvo dos hijos: Fuga y Timor (los Deimos y Fobos griegos).

Aunque Marte tiene muchas prestaciones griegas, no hay que reducirlo a un Ares romanizado. En verdad Marte, del cual deriva el nombre el planeta, tiene muchos elementos itálicos, siendo patrón de muchas regiones como Alba Longa y de pueblos como sabinos y etruscos. Y esto queda evidente en un rasgo: el Ares griego era desestabilizador y despreciado por los poetas; el Marte romano significaba la paz militar y también el poderío de Roma (una suerte de padre de dicha civilización).

Asimismo, podemos añadir que Marte, como otros tantos dioses romanos, era bivalente: por un lado era el dios de la guerra, pero otro lado una divinidad vinculada a la agricultura, la tierra, la fertilidad; es decir, tenía un rasgo ctónico.

Historias alrededor de Marte

Juno huyó del Olimpo ante la envidia del nacimiento de la diosa de la sabiduría y se adentró en un templo consagrado a Flora, diosa vinculada a los jardines. Esta última le aconsejó a Juno que agarrara una flor que se hallaba en los campos de Oleno. Cuando llegó asió la más bonita de todas: era Júpiter en forma de flor, por lo que al ponerla en su regazo nació Marte, dios de la Guerra. 

Sin embargo, posiblemente la historia más recurrente de Marte sea la de sus devaneos amorosos con Venus, algo que acarreó tantas historias para poetas y filósofos. De hecho, en el mundo griego se hacía hincapié en su relación adúltera, con la presencia de Hefesto y la infidelidad de aquellos hecha pública por este a través de una trampa mágica. Pero el mundo romano no hacía tanto hincapié en lo espurio del vínculo y sí en su belleza, perfección como pareja.

De hecho, el arte romano presenta a Marte y Venus en todo su esplendor, atendidos por Cupido y múltiples amores. De hecho, no era solo un vinculo pasional, por lo que su representación pasó a dar cuenta de cierto romanticismo: las parejas romanas querían ser expresadas en semejante pareja divina, algo común en el arte funerario y doméstico. 

Y si bien la paz podía ser transitoria por su relación extramarital, Venus era la única que podía sosegar y calmar a Marte: a su lado se presentaba a veces relajado, durmiente e incluso desarmado.

Culto a Marte

Al contrario de la contraparte griega, Marte gozaba de una extensa popularidad y era de las deidades más adoradas de Roma, quizás solo sobrepasada por el mismo Júpiter. Y como en algún punto se lo consideraba padre de Rómulo, era también, por transición, padre de todos los romanos.

Un grupo de sacerdotes se encargaba del culto a Marte, los llamados salios, encabezados por el Flamen Martialis. Estos estaban armados con los legendarios escudos y lanzas que Marte había entregado a Numa Pompilio (rey romano legendario), ejecutando danzas primitivas, con saltos y pisadas firmes al suelo.

Asimismo, existieron templos dedicados a Marte. Hasta la época de Augusto, es decir el comienzo del imperio, había dos templos en Roma consagrados a Marte: el Campo de Marte y el Mars Gradivus. Eran templos que estaban lejos del centro sagrado de la ciudad, en donde no se podía portar armas: la guerra se la tenía que mantener alejada, aunque siempre preparado el pueblo para ella.

Sin embargo, ya más entrado al imperio surgieron otros templos: el Mars Ultor y el templo que compartía con Júpiter y Quirino son buenos ejemplos. Por otro lado, también habían festividades en su honor: las Feriae Martis del 1 de marzo, el Armilustrium del 19 de octubre (fiesta militar en la que se purificaban las armas) o la Suovetaurilia cada cinco años, en las que se sacrificaban en su honor un cerdo, una oveja y un toro. Mencionamos solo algunas, ya que eran mucho más tanto en Roma como en otras ciudades.