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Dios Júpiter

En la actualidad amplias mayorías de individuos del mundo creen en un solo Dios (lo que se conoce como monoteísmo), pero en el pasado de la humanidad esto no era usual: ocupaba ese espacio la creencia en una multitud de divinidades. El pueblo romano posiblemente haya sido de los que más deidades han venerado. A continuación presentamos todo sobre el Dios Júpiter: quién era, mitología y culto.

Quién era el dios Júpiter

Júpiter, también conocido como Jove, es el dios del cielo, del trueno y rey de las divinidades en la antigua mitología romana. Aunque no podamos decir que sea un fiel reflejo, muchos de sus rasgos eran préstamos del Zeus griego. El rayo, el centro y el águila eran sus atributos. Si nos basamos el la palabra en latín «Iuppiter», la etimología sería «el padre de la luz», aunque también se puede hablar de un ser de luz.

Júpiter era la deidad principal en la religión estatal romana, tanto en la época republicana como en la imperial. De hecho, la mitología romana nos recalca que el mismo dios acordó con Numa Pompilio, monarca legendario romano, los principios de la religión, en cuestiones de ofrendas y sacrificios.

Hay que decir que siempre Júpiter tuvo un papel preponderante en la religiosidad romana: los patricios acudían recurrentemente, por medio de sus ejércitos de sacerdotes, como parte de la religión de estado; los plebeyos porque lo consideraban rectos de las causas justas. Sin embargo, hay que decir que en la época del imperio otras divinidades adquirieron también importancia, para no dejar de lado que algunos emperadores se consideraron a sí mismos dioses.

Júpiter no es un simple préstamo de Zeus: también hay elementos etruscos y nativos lacios. En un principio era considerado divinidad del cielo, del clima y de los ciclos agrarios. Luego fue protector de las confederaciones latinas, hasta que con el tiempo adoptó atributos acordes al estado romano, como justicia y derecho (aunque conservando elementos como el rayo).

Mitos alrededor de Júpiter

Saturno, hijo menor de Coelus y Terra, devoraba a sus propios hijos, cumpliendo una condición que su propio hermano mayor, Titán, le había impuesto para gobernar. El objetivo era que la descendencia del mismo Titán pudiera llegar al trono de soberanía sobre el resto de los dioses. Sin embargo, Ops, la esposa de Saturno y divinidad de origen sabino, logró sustraer a Júpiter, Neptuno y Platón de semejante destino.

Júpiter fue escondido en la isla de Creta, donde la cabra Amaltea lo alimentó. En lugar de Júpiter, Ops le dio a Saturno una piedra envuelta en pañales, que Saturno devoró. Y aquí encontramos una de las tantas diferencias con la mitología griega: Júpiter creció, pero hizo la guerra primero contra Titán y luego, sí, con su padre, para destronarlo. Saturno había devorado a sus hijas Vesta, Ceres y Juno. Para que los devolviera fue necesario un vomitivo preparado por Metis.

Luego de la victoria Júpiter hizo sus repartos: primero se casó con su hermana Juno, le otorgó los mares a su hermano Neptuno y el inframundo al otro, Plutón.

Júpiter Capitolino

El Templo de Júpiter Óptimo Máximo, levantado sobre la Colina Capitolina, era el mayor templo romano. Allí Júpiter era adorado con la forma de una piedra sagrada, conocida como Júpiter Lápis, sobre la que se realizaban juramentos. En este templo, el de mayor importancia, era adorado junto a su esposa Juno y su hija Minerva, formando la triada capitolina.

En el centro de las ciudades y también en las colonias era normal que la civilización romana construyera templos a Júpiter Óptimo Máximo o a la Triada Capitolina. En el caso de Júpiter Capitolino hay que decir que se empezó a construir en la época de Tarquino Prisco y completado por el último rey de Roma, Tarquino el Soberbio.

Se erigía sobre un podium alto con una escalinata de entrada en su frente. En tres de sus lados estaba probablemente flanqueado por una columnata y tenía otras dos filas de pilares dispuestos en línea con las de la fachada para formar un pronao. Hay que decir también que sobre el tejado había un auriga de terracota, hecho por un artista etrusco.

Sacrificios a Júpiter

A Júpiter se le hacían sacrificios, aunque eran animales: ofrecidos a Júpiter eran los bueyes (toros castrados), el borrego y el carnero castrado. Era necesario que fueran blancos, aunque el criterio del género del animal no estaba claro: generalmente macho de todos modos el borrego.

Sin embargo, en cuanto al sacrificio había excepciones: durante la crisis de las guerras púnicas se le ofreció a Júpiter todos los animales nacidos en ese año.