Neptuno es un dios de la mitología romana, pero proveniente de la mitología griega, hijo de los dioses Saturno y Ops, hermano de Júpiter y Plutón.
Gobierna todas las aguas y mares y cabalga las olas sobre caballos blancos. Es comparable a Poseidón de la mitología griega. Podemos ver su imagen con su tridente galopando entre las olas en las piletas de varias plazas.
Dios Neptuno
Uno de los más poderosos dioses de los romanos era Neptuno, que era el hermano mayor de Plutón y de Júpiter. Al igual que ellos, era hijo de Saturno (el dios de la agricultura y de las cosechas) y de Ops (la diosa de la fertilidad y de la abundancia).
Cuando Saturno murió, todo su gran poder quedó dividido entre sus hijos: Júpiter reinaría sobre el cielo y la tierra, Plutón reinaría sobre el inframundo y Neptuno reinaría sobre el misterioso mar.
Es por esto que Neptuno fue el dios del mar y, en cuanto a sus símbolos, el más famoso es el tridente junto a los colores blanco y azul.
El fondo marino es su reino, siendo obedecido por todos y cada uno de los seres marinos. Asimismo, cuenta con un tridente, una herramienta muy útil para agitar el agua y crear grandes olas cuando se enfada, crear fuentes y manantiales e incluso desatar su ira y provocar grandes maremotos y tsunamis.
Es un dios bastante inestable, por tanto puede resultar incluso peligroso. Sus emociones más leves pueden ocasionar auténticos desastres naturales. Por este motivo, el culto al dios era uno de los más importantes en la antigua Roma.
La importancia de este dios residía, además de en todo lo mencionado anteriormente, en que era el encargado de sujetar el mundo; y es que cuando se pensaba que la tierra era plana, no había ningún tipo de duda, el mar sujetaba el lugar por el que andábamos y morábamos.
Además de los animales marinos, Neptuno tenía una corte de seres mitológicos bastante amplia. Una corte de seres que le rendían pleitesía y entre la que podemos destacar a las traicioneras sirenas, las nereidas, las hermosas oceánides o los poderosos tritones. Asimismo, Neptuno también contaba con la fiel devoción de seres como las ninfas, ondinas y náyades de los lagos, de las fuentes y de los ríos.
Aunque su esposa fue Anfitrite, la que le dio como hijos a los tritones, lo cierto es que Neptuno fue un gran y caprichoso conquistador, similar a su hermano Júpiter. Así, la lista de sus amoríos pasa por Halia, Amimone, Toosa, Ceres, Medusa o Clito.
Era representado como un hombre imponente, el cual no necesitaba grandes ropajes, pues su sola presencia ya imponía. Además, aunque siempre solía ir acompañado de caballos, no era raro ver representaciones del dios rodeado de algunos de los seres antes mencionados.
Mitología
Neptuno es un dios de la mitología romana, pero proveniente de la mitología griega, hijo de los dioses Saturno y Ops, hermano de Júpiter y Plutón.
Gobierna todas las aguas y mares y cabalga las olas sobre caballos blancos. Todos los habitantes de las aguas deben obedecerlo y se le conoce como Poseidón en la mitología griega.
Neptuno eligió el mar como morada y en sus profundidades existe un reino de castillos dorados. Con su poderoso tridente agita las olas, hace brotar fuentes y manantiales donde quiera y encausa su ira provocando los temibles sismos o terremotos.
Representaciones de Neptuno en mosaicos romanos, especialmente los del norte de África, están influidas por las convenciones helenísticas.
Probablemente fue asociado con manantiales de agua dulce antes que el mar. Al igual que Poseidón, fue adorado por los romanos también como un dios de caballos, bajo el nombre de Neptuno Ecuestre, patrón de las carreras de caballos.
Este dios es un rey inseparable de sus caballos. Por esta y más razones, se le simboliza con un caballo. Neptuno no viste con ropajes suntuosos, ya que su aspecto es suficiente para demostrar su poderío.
El dios de los mares es un muy peligroso e inestable elemento, con sus emociones puede provocar desde terribles tormentas y tempestades hasta olas tranquilas y pacíficas, por lo que nunca nadie intenta provocarlo sin un importante motivo.
El reino de Neptuno
Se dice que Neptuno vivía en las profundidades del océano, donde había grandes castillos dorados, pero que nadie podía conocer ya que era un reino oculto.
En el fondo del mar todas las criaturas marinas estaban a las órdenes de Neptuno, quien con su tridente hacia crecer las olas o que brotaran manantiales de la tierra. Esto se creía en época de los romanos, sí, y cuando Neptuno se molestaba, desde las profundidades del océano hacía que ocurrieran terremotos y grandes tsunamis.
Por eso para los romanos Neptuno era un dios muy poderoso, y se lo imaginaban muy fuerte, siempre sobre grandes caballos o sobre criaturas marinas como los delfines, que a veces le servían de montura.
La esposa de Neptuno
La esposa de Neptuno fue Salacia, diosa de las aguas marinas. Pero como Neptuno era muy gruñón y Salacia más bien tímida, ella no aceptó casarse con él en primer lugar y desapareció, escondiéndose en el océano Atlántico.
Esto entristeció mucho a Neptuno, pero como era muy inteligente, hizo que uno de sus súbditos delfines fuera a donde se encontraba Salacia y la convenciera de casarse con él. Así, la tímida Salacia terminó por aceptar casarse con Neptuno, y tan contento estaba el dios del mar por la labor del delfín que le otorgó como recompensa un lugar en los cielos, donde hoy en día se encuentra la constelación Delphinus.
Los romanos creían que Salacia representaba todo aquello que era apacible en el mar, mientras que Neptuno, representaba la tempestad. Afortunadamente su esposa era tranquila, y gracias a ella el mar podía permanecer en calma durante más tiempo, porque su amor siempre apaciguaba el mal humor de Neptuno.
De la relación con Salacia, Neptuno tuvo 3 hijos, de los cuales el más popular fue Tritón, que era mitad humano y mitad pez… ¡como la sirenita! Pero a su vez Neptuno también tuvo otros hijos, todos siempre relacionados con el mar, tan profundo y misterioso a veces y otras tan calmado e implacable.
Acompañantes
Neptuno, aparte de sus caballos y de ser conocido bajo la forma de un caballo, tuvo siempre a su lado a los delfines como cabalgaduras y compañeros.
Era el dios que sostenía el planeta en el que vivimos, porque el océano rodeaba la Tierra y era evidente que él desde los mares, soportaba el peso de la tierra firme.
Además, Neptuno había dado forma a las costas, había arrancado trozos de montañas para formar los acantilados o había pasado la mano por el litoral para dejar suaves playas y abrigadas bahías en las que los barcos encontraban refugio. Por eso, aparte de tener a su lado sirenas traidoras, a las nereidas inigualables, a las oceánides hermosas y a los tritones poderosos,
Neptuno era señor de las ninfas, ondinas y náyades de los lagos, de los ríos, de las fuentes, todas ellas eran parte de su corte y a él le debían pleitesía y obediencia por ser parte del mundo acuático.
Originalmente, Neptuno es el dios romano de las nubes y la lluvia, y así se mantiene hasta el año 399 a. C. cuando se decide la importación del culto a Neptuno desde las colonias griegas de Sicilia y se traslada entonces la divinidad de las aguas aéreas a todas la aguas, pero con predominio de las marinas, de ese cuyas orillas se va edificando el grandioso imperio.